23 de marzo de 2009

El Patrimonio cultural inmaterial (PCI). Reflexiones conceptuales. Segunda y última.

Continuando con el análisis de la definición de la UNESCO (2003) acerca del patrimonio cultural inmaterial (PCI) -muchas veces usada como referente de la construcción de políticas culturales y de la gestión del patrimonio- hemos considerado los alcances y dificultades que la misma plantea en relación a seis nudos problemáticos propuestos por Lacarrieu: la categoría de patrimonio, el vínculo material-inmaterial, la noción de “totalidad”, el aspecto de “conservación” dado al patrimonio, el lugar donde ubicar al patrimonio inmaterial, y finalmente la relación estrecha entre la noción de patrimonio inmaterial y la categoría de cultura. En esta segunda entrega se examinan los tres últimos.

El aspecto de “conservación” dado al patrimonio: la segunda parte de la definición de la UNESCO en la que se alude a la trasmisión de generación en generación deviene una perspectiva que no da lugar al potencial carácter transformador que el patrimonio inmaterial conlleva. El problema parece ubicarse en el empleo de la palabra “transmisión” que puede sonar a “pasar la estafeta entre corredores”. Sin embargo, esta impresión de congelamiento del PCI se corrige adelante en la misma definición, allí donde dice que “...es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia,...”

Si fuera posible hacer una enmienda de la definición sujeta a este análisis, tal vez podría ser ésta: “...Este patrimonio cultural inmaterial, que se trasmite de una generación a otra y en ese proceso es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infunde un sentimiento de identidad y continuidad y contribuye así a promover el respeto por la diversidad cultural y la creatividad humana”.

El lugar donde ubicar al patrimonio inmaterial: al contrastar el énfasis puesto desde la definición de la UNESCO en las comunidades y grupos sociales con las conocidas definiciones de “interlugares” (N. García Canclini) y/o de “entrelugares” (M. Lacarrieu), ello nos lleva al nudo problemático que se refiere al lugar donde ubicar el patrimonio intangible.

En este sentido hay precauciones que deberán tenerse en cuenta al ser testigos de que en el proceso de patrimonialización de nuestros días, estarían en muchas ocasiones involucradas diversas comunidades y grupos sociales asentados en diferentes lugares, por lo que cabe pensar en lo que podría denominarse como “patrimonio de aquí y de allá”.

En este aspecto cabe también otra reflexión y análisis sobre el uso del difundido concepto de Canclini de “interlugares” que señala Daniel Mato en “Una crítica de la idea de desterritorialización basada en estudios de casos sobre procesos de globalización” (2004). El texto puede ser leído en el sitio www.globalcult.org.ve

Mato dice que si reconocemos el carácter, según los casos, “transnacional” o “global”, de ciertos procesos sociales, de ningún modo podemos asumir de manera apriorística que estos procesos serían de suyo "desterritorializados" y que sería necesario y provechoso investigar sobre los referentes territoriales de todos y cada uno de los actores participantes en procesos de globalización específicos. Calificar de "desterritorializado" a un fenómeno o proceso, sin pruebas y/o ejemplos cuidadosamente elaborados y controlados, sin mayores especificaciones, y utilizar este supuesto atributo "objetivo" del fenómeno o proceso en cuestión como base para continuar argumentando, no es una práctica que debamos aceptar pues supone asumir que los contextos locales o nacionales serían irrelevantes frente a los fenómenos o procesos que se imaginan como "desterritorializados", que carecerían entonces de referencias territoriales significativas. Este proceder resulta no válido.

Mato añade que dada la creciente tendencia a utilizar las expresiones "desterritorializado" y "desterritorialización" hay que enfatizar que el hecho de que si un fenómeno o proceso deja de responder exclusivamente a los mismos referentes territoriales inmediatos como venía haciéndolo hasta recientemente, y/o comienza a ser, crecientemente o incluso determinantemente marcado por actores, fenómenos o procesos relacionados con otros espacios territoriales, incluso muy alejados geográficamente, ello no hace de ningún modo que tal proceso o fenómeno resulte "desterritorializado". En todo caso podemos llamarlo "re-territorializado", "trans-territorializado", o "multiterritorializado" porque en cualquier caso esos otros actores sociales, fenómenos o procesos de carácter “foráneo”, que resultan significativos, de ningún modo están flotando en el espacio sideral sino que ellos están relacionados con fenómenos o procesos que tienen lugar en contextos territoriales más o menos específicos, por muy "otros", múltiples o diversos que estos sean.

La relación estrecha entre la noción de patrimonio inmaterial y la categoría de cultura: este nudo problemático se ubica en virtud del párrafo de la definición de la UNESCO que alude a que el PCI “...es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto por la diversidad cultural...”. Debemos establecer en principio qué concepto de cultura-identidad se elabora en función del patrimonio cultural intangible.

La identidad no solo está en función del patrimonio inmaterial, y por otro lado la identidad colectiva no es asunto estático, como tampoco lo es el PCI. Entre identidad colectiva y PCI hay una interacción dinámica. Merece la pena un análisis de los límites restrictivos de esa relación que se proponen en la definición del organismo internacional y cabe hacer también una evaluación de las posibles contradicciones y/o afinidades entre la noción de cultura-identidad prevaleciente y la idea de respeto a la diversidad cultural. Por mencionar un caso posible en este sentido, el hecho de que una comunidad reconozca su PCI no es elemento suficiente para contribuir a promover el respeto por la diversidad cultural.

A manera de conclusión, en materia de diseño de políticas de patrimonialización, deberá tomarse la decisión de responder entre otras a las distintas visiones: la local o regional frente a la global, la cual como examinamos contiene sesgos y riesgos.

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