27 de julio de 2009

La función del Son en la región de los Tuxtlas

Andrés Moreno Nájera
(Segunda de dos partes)

Antiguamente en las tierras bajas se celebraban los fandangos de medallas, que daban inicio el tres de mayo, día de la Santa Cruz, y terminaban el veinticuatro de junio, día de San Juan. En el primer fandango realizado, los organizadores colgaban una medalla a algunos de los asistentes quien realizaría el fandango siguiente, y así sucesivamente cada sábado había fandango hasta terminar con la celebración de las fiestas del santo patrono del lugar: San Juan Bautista.

En resumen, todos estos elementos hacen posible que la música de jaranas cumpla su función dentro de los núcleos sociales campesinos. Se ejecuta en eventos que la mayor parte de las veces terminan en fandango donde concurren los músicos, verseros, bailadores y la población en general sin más ánimo que divertirse en la fiesta, con sus instrumentos rústicos , afinados a la vieja usanza, sin afán de ser protagonistas, sin querer ser el centro de atención, ni querer ser la estrellas del momento, sino sólo ven en el fandango una razón para convivir y reencontrarse con el amigo o el vecino y encontrar en la fiesta los motivos para su permanencia en ella.

Las normas de convivencia

Cuando se llega a un fandango, la altura o el tono lo ponen quienes llegan primero. Los músicos que llegan posteriormente afinarán sus instrumentos al tono de los que están tocando. Por lo regular el tono se pone tomando en cuenta al cantador de ese momento: si alguien propone cambio de tono tiene que ser por consenso de todos los músicos. El cambiar de tono sin consenso es una falta de respeto a los músicos presentes.

Hay que medir mentalmente el tiempo entre verso y verso. A esto los campesinos le llaman una vuelta, dos vueltas, etc., y sirve para darle a los bailadores la oportunidad de desahogarse en la tarima y que queden satisfechos al bailar.

Cuando dos o más verseros se agarran a cantar, entonces no hay tiempo porque los versos se desgranan uno tras otro sin dejar de pasar la música y en ese momento no son importantes los bailadores sino los cantadores que están en disputa.

En el momento que el cantador está echando versos, se tiene que bajar la fuerza del rasgueo para que se pueda escuchar la voz del cantador y se aprecie el verso cantado. El querer cantar cuando ya está otro cantando es visto como una imprudencia o desconocimiento.

Si algún anciano u otra persona le pone el sombrero a una bailadora, ésta debe bailar con él, pues quitárselo o tirarlo es un agravio para el dueño del sombrero. El dejárselo es motivo de orgullo y las coplas lo resumen así:

A una que puse el sombrero
al suelo me lo tiró,
qué tristeza compañeros,
qué mal he nacido yo.
Ya no me alumbra el lucero
que en mi cuna brilló.

Ahora decirle quiero
a la linda princesita,
con un respeto sincero,
gracias, fragante rosita
por bailar mi sombrero.

Como muchacho soltero
la justicia me amenaza.
Como soy un caballero,
le daré un millón de gracias
a la que baile mi sombrero.

Si el fandango ya está andado y llegan otros cantadores, los recién llegados para cantar saludan y piden permiso, y demostrarán humildad y respeto a los presentes.

Si permiso me darán
de cantar dos o tres sones,
y si no llego a entonar
quiero me perdonen,
que ya a medio cantar
el pecho se me compone.

Con permiso valedores,
tengan la bondad de oírme:
no vengo buscando honores,
solo vengo a divertirme
en este jardín de flores.

Para terminar el son se anuncia con un verso en la cantada y se culmina con un movimiento fuerte en la jarana, o alguna otra seña o al grito de ¡una! El son se tiene que parar aunque la tarima se encuentre llena de bailadoras. Es demasiada imprudencia continuar porque esa señal en el fandango por lo regular la dan los más viejos y los versos nos lo recuerdan:

Si despedida se canta,
la música se enmudece.
Que quien cuida su garganta
mil respetos merece,
pero aquel que no se aguanta
hasta el cantar desmerece.

Cuando se echa despedida
ya no se puede cantar.
Que quien canta sin medida
bien se puede tropezar
y puede perder la vida.

El bailador tiene que esperar a que se termine de canta el verso para entrar a remudar, no hay necesidad de atropellarse en la tarima ni hacer cola para entrar, ni apartar a la pareja si se ve la fiesta como una convivencia que brinda la oportunidad de distracción y participación.

Los sones del fandango

En la actualidad los fandangos se circunscriben a un número reducido de sones del amplio repertorio existente, y estos se repiten una y otra vez en el transcurso del fandango. Como ejemplo se pueden mencionar el siquisirí, la bamba, el colas, el pájaro cú, el zapateado, el ahualulco, la guacamaya, el butaquito, el toro zacamandú, el cascabel y la morena en el repertorio viejo, y el chuchumbe y la gallina del nuevo repertorio de sones, dejando a un lado sones como el pájaro carpintero, las poblanas, el fandanguito, el jarabe, el aguanieves, el trompito, los enanos, el presidente, y el balajú entre otros. Ya no se diga de sones no muy conocidos como el borracho, la María Cirila, el Cupido, el zopilote, y la bruja.

La razón por la que no se tocan en el fandango es la poca capacidad para bailarlos. Visto es que cada que se toca uno de estos sones la tarima queda desierta. Este fenómeno debe de inquietar a los talleristas para que se preocupen por enseñar un repertorio mas amplio de los sones cuando impartan sus talleres.

La tarima

La tarima antiguamente por la región de los Tuxtla, era una tarima grande a donde entraban muchas mujeres a bailar el son, por eso se le conoce como son de a bastante, son de a montón o son de mujeres, en algunos casos hasta los músicos se acomodaban por alguna esquina de la tarima. En la actualidad la tarima se ha estandarizado a una pieza de dos por tres metros para bailar.

La tarima es un instrumento de percusión a donde el bailador siguiendo el pespunte de la guitarra tratara de sacar los ritmos que se marquen con los pies. No se trata de zapatear a lo tonto o a lo loco si no de hacer la música del son con los pies al ritmo de la guitarra.

No es mejor bailador quien zapatea más fuerte o más recio, sino quien sabe llevar y sacar el ritmo de la música que se ejecuta en ese momento, por lo tanto la tarima tiene que ser ligera y sonora, siendo buenas maderas para este fin el cedro y el sabino.

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