20 de diciembre de 2010

La expresión cultural femenina: entre el aquelarre y la alquimia

Cultura y género: acercándonos a la última curva del año, Lourdes Hernández Quiñones pone sobre la mesa pequeñas instantáneas de la creación artística femenina en nuestro Estado. La condición femenina tiene mucho de subyugado, y sin embargo la creación artística constituye un espacio de afirmación y encuentro del sujeto con sus semejantes. Un aquelarre para conjurar la fractura.
_________________________________________________________________
La expresión cultural femenina: entre el aquelarre y la alquimia
Lourdes Hernández Quiñones

La primera mitad del siglo veinte fue todavía muy difícil para que la voz de las mujeres encontrara un nicho en el ámbito de la cultura en todo el mundo y, en particular, en nuestro país. Un siglo después el panorama ha cambiado, si bien aún quedan algunos escenarios en donde la presencia femenina incomoda.

En México, los primeros años del siglo anterior fueron muy difíciles para las mujeres por lo que tuvieron que asumir una posición de lucha y enfrentamiento permanente. Así, estupendas creadoras, artistas e intelectuales como Frida Kahlo, Aurora Reyes, Nellie Campobello, Nahui Ollin, por mencionar a unas cuantas, se integraron al desarrollo artístico de una nación que recién emergía de una lucha libertaria y continuaba buscando su identidad entre los rescoldos de haciendas incendiadas. Al salir de las casas e ingresar a los talleres, los estudios y las escuelas, las mujeres cambiaron las cucharas por pinceles, plumas o cinceles, y la alcoba doméstica por los foros de los teatros. Sin embargo, lo anterior no representó una experiencia desconocida, pues la magia del quehacer culinario sólo tuvo que ser transferida a la alquimia del arte, que de igual manera requirió de ellas una gran dosis de creatividad, audacia y disposición para defender sus nuevos territorios. En lo social y lo familiar, se generó una auténtica revolución donde viejas estructuras tuvieron que ser modificadas o derruidas para ceder el paso a distintas propuestas para vivir la vida.

Cien años después el panorama es muy diferente. Las mujeres se han incorporado a los diversos ámbitos que antes sólo pertenecían a los hombres y si bien es cierto que todavía hay restricciones para su ingreso a muchos sectores, también es verdad que continúan firmes en esta lucha. La voz de lo femenino en el arte y la cultura se expresa a la par del universo masculino con un timbre, una tonalidad y un código que son propios de las mujeres. No porque necesariamente deba ser diferente, pero sí porque es diverso: “que no es lo mismo pero es igual”, dice el cantautor cubano Silvio Rodríguez.

Así, en el poblado de San Miguel Aguasuelos, en el municipio de Naolinco, la alfarería encuentra su realización tanto en manos de hombres como de mujeres, aunque es la habilidad y la invención de las mujeres la que confiere a este arte popular una expresión de infinita ternura, humor y amplias posibilidades, tanto en los personajes que habitan su geografía visual como en los ornamentos que acompañan a cada una de las piezas finales. Así, pequeños helicópteros-aviones, dejan ver por sus ventanas que no existen, los rostros de niños y niñas que se asoman desde el cielo a mirar los paisajes de la sierra de Chiconquiaco. Las campanas sonantinas que obsequian timbres según su tamaño y grosor, son pastoras, vendedoras de jarros, niñas con trenzas o sombreros y bailan por igual entre las manos de quien las sostiene.

Las tejedoras de Soledad Atzompa, a sólo unos minutos de la ciudad de Orizaba, se reúnen para hilar la lana a la par de la conversación; allí, las ovejas continúan pastando, mientras que las mujeres reunidas, que bien saben de los fríos serranos, inician el tejido en telar de un tapete, un chaleco; o bien el de unos guantes o un gorro, con agujas o gancho. Tarea sólo conferida a las manos femeninas.

En las artes visuales existe tanta diversidad como la de los materiales: Leticia Tarragó, grabadora, con universos propios en torno a la infancia eterna; Rocío Sagaón, bailarina, coreógrafa y ceramista, quien moldea-en todos los buenos sentidos- tanto a sus nietos como a otras mujeres que hacen la historia popular y cotidiana; Iliana Pámanes, pintora, una voz original, ligada con lo onírico y la expresión literaria, quien se ha dedicado a plasmar su obra en formatos variados sobre madera; Estela Jara, fotógrafa, mira al mundo detrás de su cámara, para devolvernos su mirada. En las letras, lo femenino se prodiga igual en la poesía y el ensayo con Esther Hernández Palacios, que en la narrativa, con Magali Velasco.

Generaciones múltiples de voces femeninas se encuentran en la expresión artística diciéndose con libertad en pleno siglo veintiuno, casi como en el aquelarre se reúnen alrededor de una fuerza femenina que emerge en el fuego de la tierra. Aunque en secretos que se gritan, la violencia en contra de la mujer continúa en todos los estratos sociales y sólo la mirada creativa la dice viendo de frente al futuro que quiere ser hoy un buen presente.

No hay comentarios: