28 de febrero de 2011

Acciones culturales institucionales. ¿Para quién?

Con este post iniciamos nuestra serie dedicada a analizar el estado de las cosas en materia cultural en Veracruz.

Ahtziri Molina empieza desde lo más próximo: la función de gestora y promotora cultural asumida por la Universidad Veracruzana, cuya eficacia se manifiesta principalmente en su relación con los receptores primarios de su acción, los estudiantes.

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Acciones culturales institucionales. ¿Para quién?
Ahtziri E. Molina Roldán


Las políticas culturales y las instituciones que las ejecutan están encargadas de conservar, promover, incentivar y distribuir las capacidades creativas, patrimoniales y de cohesión social, sean estas prácticas culturales de larga tradición o expresiones contemporáneas realizadas por individuos. Estas tareas, como la propia generación de la cultura, son de largo aliento y de resultados abstractos, poco asibles y en muchas ocasiones de maduración lenta. Sin embargo, la elección de lo que se entiende por cultura y por lo tanto lo que merece atención desde la concepción del Estado y la sociedad cambia con el proyecto de nación, las políticas internacionales en boga y el propio contexto cultural. Lo anterior implica que en las políticas culturales no siempre están todos los ciudadanos implicados o contemplados como generadores de actividad cultural o como destinatarios de la misma.

En Veracruz, esto no ha sido la excepción, por lo tanto en esta entrega y la siguiente reflexionaremos -a vuelo de pájaro- sobre la relación entre las actividades culturales promovidas desde las dos instituciones culturales estatales más importantes en este sector: la Universidad Veracruzana y el Instituto Veracruzano de Cultura.

Sabido es que la Universidad Veracruzana ha tenido presencia cultural en Veracruz desde su fundación en 1944. No es necesario enumerar nuevamente los logros que ha tenido en el ámbito académico-cultural. Sólo diremos que la Universidad ha creado en este sentido un aparato de amplio espectro que abarcan expresiones folclóricas –Tlen Huicani, de alta cultura –la Orquesta Sinfónica de Xalapa, de divulgación y promoción cultural –la Editorial, así como de enseñanza de las artes y la cultura con sus facultades y áreas de investigación en artes y humanidades, entre otras. Lo anterior es comprensible por su carácter universitario, pero también porque desde su fundación hasta la creación del IVEC, la UV funcionó virtualmente como la Secretaría de Cultura del Estado. La cual, hay que mencionar, funcionaba y aún funciona mayoritariamente desde la capital, dejando al descubierto muchos de los 71820 km de Veracruz y a sus pobladores.

Si bien las tareas universitarias en abstracto han estado dedicadas a mejorar la calidad de vida de los veracruzanos desde su fundación e implicaba un sinnúmero de faenas para atender todos estos requerimientos los tiempos, las condiciones han cambiado y con ello la población a la que tiene capacidad y necesidad de atender. Entre los que considero sus principales receptores destacan los cincuenta y cinco mil estudiantes ubicados en los distintos campus universitarios.

En un estudio realizado en 2008 (1) para conocer el consumo cultural de los estudiantes, 59% la población encuestada dijo conocer poco o nada la oferta universitaria, es decir más de la mitad de los primeros destinatarios de la oferta cultural de la universidad no saben qué se oferta, por otra parte un 20% dijo no estar interesados en conocer esta oferta y solo un 20% dice conocerla y utilizarla.

Si bien estos números no discrepan mucho de los resultados de la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales de 2010 (2), lo que es notable es que este sector de la población no esté interesado en participar de la oferta cultural existente en el espacio que los forma. Lo cual, esta tan relacionado con lo que se está produciendo y cómo se promociona como con los intereses y formación personal de los entrevistados.

Esto nos remite a otro asunto que observó este estudio: la alta interacción que esta joven población tiene con las tecnologías, no como una herramienta de conocimiento y/o comunicación, sino como un aspecto central de su convivencia e interacción social. Esta generación digital parece no ser interpelada por las formas tradicionales de la difusión cultural universitaria, pues sus formas de vida, espacios de convivencia y modos de construir socialmente su espacio distan de los formatos tradicionales, promovidos en forma tradicional como carteles, radio, etc.

Lo anterior, nos da importantes pistas de que la oferta y como se promueve resulta poco relevante a esta población, la cual el día de hoy tiene múltiples medios para acercarse a la producción cultural. Por lo tanto, si la amplia oferta producida por la universidad desea competir con televisión, internet, sociedad civil, etc., necesita ser flexible y estar dispuesta a la constante actualización. Lo anterior no implica únicamente promover su oferta tradicional en Facebook o Twitter, sino promover formas y actividades que interpelen a esta generación del siglo XXI.

Estos aspectos me parece deberían de ser considerados en la reconfiguración que la oferta cultural está experimentando al interior de la universidad. Es más que vital, tener en mente quiénes son sus destinatarios y conocerlos mejor. A fin de cuentas, a ellos están destinadas las muchas horas/humano que la Universidad sustenta. Me parece fundamental que este sector de la población sea consultado de forma directa para conocerlo y saber de qué forma los adultos analógicos que están en la toma de decisiones pueden/podemos interactuar con estos jóvenes digitales.


(1) Molina y Casillas Coord. Usos del tiempo y consumo cultural de los estudiantes universitarios. UV. Por publicarse.
(2) CONACULTA. Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumos Culturales

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