6 de junio de 2011

La Odisea Xalapeña

Siguiendo nuestra muy subjetiva radiografía de la vida en esa extraña frontera cultural que es Xalapa -espejo y horizonte- Xóchitl Salinas nos narra lo que es vivir en busca del libro perdido: de la nostalgia de habitar una ciudad que se pensaba era un oasis de oferta cultural en provincia, a topar con el estante vacío y el librero que cree que los escritores no se reproducen desde el porfiriato...

Xochitl es comunicóloga, investigadora y promotora de la lectura y la creación literaria.

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La Odisea Xalapeña
Xóchitl Salinas Martínez


“Fui a Xalapa como quien va a Comala. Fui a Xalapa porque me dijeron que ahí se andaba quedando a vivir Sergio Pitol.” (Enrique Vila- Matas, "Lejos de Veracruz" )


La construcción
La ciudad de Xalapa ha sido conocida desde hace mucho tiempo como un lugar en donde se tiene acceso al arte y la literatura. Como sabemos, debe el título de La Atenas Veracruzana al haber sido el lugar en el cual se gestaron diversos movimientos culturales importantes no sólo para el país sino también para el mundo. Ha sido la cuna y/o residencia de intelectuales renombrados* de diversa índole, además de una buena opción para quienes están interesados en estudiar gran variedad de licenciaturas y posgrados en distintas áreas. La Capital del Estado permite, asimismo, tener al alcance bibliotecas, librerías, teatros, cines, galerías, museos, festivales, ferias de libros, cafeterías, parques, entre otros lugares en donde de manera constante, por años, se han llevado a cabo actividades recreativas.

El derrumbe
Es bien sabido que todo cambia y Xalapa no es la excepción, desde hace poco tiempo, todo lo que logró consolidar su fama de ciudad cultural se ha visto menoscabada. Muchos de los sitios destinados al acceso y disfrute de la cultura han sido cerrados o desplazados, las carteleras reducidas a las ofertas comerciales y las novedades literarias puestas a un lado por los best sellers.

Hasta hace unos pocos años atrás era común escuchar, entre los xalapeños, el haber dado un recorrido por las librerías de la ciudad y toparse con uno de esos denominados “inconseguibles”. Escuchar, dentro de alguna conversación en las cafeterías, el disfrute de leer escritores “raros” o poco conocidos en el país, sumado al goce del acceso a las primicias editoriales nacionales y extranjeras.

Así como ya no llueve todos los días en estos lares y el calor aumenta de manera considerable, el panorama literario también ha cambiado diametralmente. A tan corto tiempo la distancia es enorme. El proceso de poder conseguir un libro en los lugares en que se debería poder hacer como algo bastante sencillo se ha transformado poco menos que en una misión imposible, en donde un “no lo tenemos” se ha vuelto más común que el tenerlo a disposición. El problema es tal que, incluso, se puede encontrar un título primero en los aparadores de las grandes cadenas departamentales que en las librerías.

Es más, la situación es tan grave y constante, al grado de no sólo reconocer la falta de ejemplares, sino, hasta de negar la existencia del mismo escritor, -acusar al cliente de desconocimiento u equivoco-, cuando afuera del lugar y por varias partes de la ciudad ese muestre la cara de éste impresa en carteles anunciando su inminente llegada a la ciudad. Se ha llegado al punto de llevar a cabo presentaciones de libro en las cuales el ejemplar en cuestión “brilla por su ausencia” debido a que los encargados de traerlos para su venta reportan simplemente que “no llegaron”.

Varias veces he tenido la experiencia de alguna de estas odiseas personales, como en septiembre del año pasado, cuando recorrí, una a una, todas las librerías buscando Necrópolis de Santiago Gamboa. En todas, sin diferencia alguna, obtuve como respuesta “no lo tenemos”; sin embargo, en una en particular, el encargado se atrevió a decirme que me equivocaba, que el escritor se llamaba Federico y no Santiago, puesto que Santiago Gamboa no existía, mientras que el primero era el autor de Santa.

Ante mi insistencia en el nombre, no sólo se enojó sino que pensaba “demostrarme” mi error e ignorancia; a lo que yo, como respuesta, lo invité a salir y le mostré un cartel que tenía una foto de Santiago anunciando un curso que duraría varias semanas en la Facultad de Letras de la UV. Se ruborizó. Como remate, saqué mi calendario de actividades de la FILU para que viera con sus propios ojos como los escritores “inexistentes” también presentan sus libros ahí. Por cierto, llegando la fecha en cuestión, se presentó el libro antes referido, sin que hubiera ejemplares a la venta, percatándome de las pocas personas que contábamos con el ejemplar, me dediqué a preguntarles como lo habían obtenido y coincidió que todos lo conseguimos en la ciudad de México.

Memoria del esplendor
A pesar del panorama, no todo está perdido. Se puede reformular de nuevo la situación y volver a generar oportunidades para que los Xalapeños cuenten nuevamente con una amplia gama de posibilidades para su esparcimiento. Retomar los espacios existentes, utilizar escenarios para invitar a escritores, volver de verdad internacional la feria del libro universitario, acudir a las librerías para pedir que traigan materiales interesantes, poder contar de nuevo con las primicias editoriales y volver a gestar ese ambiente por la que la ciudad es conocida hasta la actualidad como La Atenas Veracruzana.

*Destaca el escritor Sergio Pitol, Premio Cervantes 2005, quién actualmente vive en Xalapa y en cuya obra recrea dentro de su universo literario a la ciudad.

1 comentario:

Inti Santamaría dijo...

Las industrias editorial y librera de México están cada vez más menoscabadas. Puedo entender --gracias a años de frustradas búsquedas-- que sea complicado hallar en este país libros de Macedonio Fernández o de Juan José Saer, por ejemplo. Pero hace no mucho me dijeron en la librería Gandhi que... ¡no tenían la "Ilíada" en ninguna edición! (Y eso en México, DF, que --como todos sabemos-- es el centro de la Vía Láctea.)