2 de enero de 2012

Las cruces de mayo en Alvarado: tradición y globalización

Iniciando el año, les deseamos a todos los lectores del Observatorio un ciclo fértil y pleno de aprendizaje, con más alegrías que penas, y que nos muestre las bases para construir un presente mejor que el que ya se convirtió en pasado...

Y para bien iniciar, como una de las vocaciones de este Observatorio es promover la investigación y el conocimiento en torno a la creación cultural en nuestro Estado publicando estudios y artículos, vamos a darle espacio durante las próximas semanas a la investigación realizada por Iskra Sabino, Las cruces de mayo en Alvarado, evolución o pérdida de una tradición en la época de la globalización.

Iskra, quien presentó esta investigación en 2009 para obtener su licenciatura en Humanidades por la Universidad del Claustro de Sor Juana en México D.F., labora actualmente en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

En el Observatorio ya hemos subido textos sobre el problema de la tradición confrontada a los procesos de globalización, sobre la invención de memorias históricas y del folklore. Si mantenemos nuestro interés en publicar este tipo de investigaciones, es porque creemos que sin analizar y debatir nuestras memorias, y la reconstrucción simbólica de nuestras experiencias, no podemos analizar la significación de nuestro presente.

Esperamos el eco de nuestros lectores ante las proposiciones de Iskra.

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Las cruces de mayo en Alvarado, evolución o pérdida de una tradición en la época de la globalización
Iskra Sabino




INTRODUCCIÓN.

Las tradiciones populares en este mundo globalizado, que nos permiten compararnos con otras culturas en tiempo real, va minando y reduciendo las manifestaciones de estos actos que han estado en el colectivo popular o particular, provocando en muchas ocasiones que las costumbres sean reducidas a tradiciones orales o a cuentos de los abuelos.

Las generaciones actuales ya no realizan juegos que en la niñez eran característicos de las calles, de barrios populares o parques, como jugar escondidillas, burro tamalado, trompo, tacón o bolillo, entre otros; ahora los niños son entretenidos de otra manera, y es por medio de la tecnología y la globalización que en la actualidad los jóvenes se preocupan por tener el videojuego de moda, el reproductor de mp3, un celular y más. ¿Dónde queda nuestro compromiso por rescatar las herencias y tradiciones que tenemos? Prehispánicas y de la Colonia.

Este trabajo es la suma de una investigación de campo y bibliográfica que intenta revelar cuáles son los factores que llevan a la pérdida de las festividades tradicionales y así poder generar una revalorización de lo que se olvida en algunas ocasiones por el mercantilismo, la falta de interés o por la insuficiente actualización en las celebraciones. Algo que se percibió durante la investigación de campo es la posibilidad de que nuestra cultura popular sufra una nueva etapa de sincretismo en la cual se sumen lo comercial, lo pagano, la moda, el multiculturalismo, el pluralismo o la generación de nuevos iconos de fe.

El modelo que se toma para llegar a las hipótesis, mostradas en esta introducción, es la festividad realizada en un poblado llamado Alvarado y su expresión “Las cruces de mayo”, así como un evento que se ha convertido en una tradición antagónica que es “El Arroz a la Tumbada”.

Una de las finalidades del presente, es realizar un recorrido histórico-social de este pueblo y de la festividad. Haciendo un análisis de los símbolos, de los contextos de la globalización y de lo cosmopolita como factores para el desvanecimiento de la identidad del individuo, el poblado o una nación.

Capítulo I.
El establecimiento y conversión del pueblo de Atlizintla (Alvarado).


A la llegada de los españoles a tierras del nuevo mundo se establecieron en ciudades y poblados ya existentes, dando origen a la colonización, mestizaje y conversión de los pobladores, Alvarado es uno de estos pueblos.

1.1 Antecedentes históricos.

La historia del mestizaje en el puerto de Alvarado surge con la llegada de uno de los conquistadores, el Capitán Pedro de Alvarado, quien desembarcó en el año 1510 en “La Española” -actual República Dominicana y Haití- en compañía de sus hermanos: Gonzalo, Gómez y Jorge (1). Y es así que después de haber pasado un año, y bajo las órdenes de su tío Diego Velásquez, participa en la conquista de Cuba (1511).

Posteriormente, Alvarado se une a la expedición que Juan Grijalva emprendería en 1518 hacia las costas de Yucatán y el Golfo de México (llegada de los españoles a Cozumel). Pedro de Alvarado fue el primero en adentrarse en las aguas del río Papaloapan (topónimo náhuatl que significa Lugar de Mariposas), al que habrá de dar su nombre: río de Alvarado y debido a esta misma razón, la pequeña población que se encontraba cerca de la desembocadura del río fue bautizada con el nombre de “Alvarado”.

Pedro de Alvarado y sus hombres fueron los primeros españoles que pisaron, en 1518, la tierra que en ese momento era llamada por sus pobladores Atlizintla que en náhuatl significa: “Donde comienzan las aguas”. La historia de este puerto inicia mucho antes de la llegada de los peninsulares a tierras continentales, y nos remonta al periodo preclásico, momento en que fue habitada por el pueblo Olmeca y durante el periodo clásico y posclásico es el pueblo Totonaca el que habita el lugar. Lo anterior puede ser constatado por los vestigios que estas culturas dejaron durante su tiempo de estadía, figurillas con alusiones al jaguar (Panthera Onca) dios principal de los olmecas, encontradas en las dunas del Rosario así como en otros lugares circunvecinos, otro ejemplo de estos vestigios es “La Estela de la Mojarra” encontrada en el río Mojarra.

1.2 Breve historia del puerto de Alvarado.

El puerto de Alvarado se encuentra ubicado entre la orilla que forma la unión de los ríos Blanco y Papaloapan, según el antropólogo Manuel Jiménez Castillo en su libro La cruz de mayo en Alvarado anota:

Que la “hoya del Papaloapan” (región sotaventina) sufrió la invasión española entre los años 1540 y 1592, concluyendo el advenimiento de gente extraña al área alrededor de 1600. Quien perdió la tierra de antiguo suya fue la población india, fuertemente nahuatizada, de habla náhuatl, mixteca, popolaca, chichimeca y totonaca, asentada en esa región (2).

Jiménez Castillo asegura que puede ser muy probable que la llegada de los primeros pobladores blancos a la región de Atlizintla haya sido antes de 1560, ya que el lugar antes de encontrarse sujeto al yugo español se hallaba subordinado al cacicazgo de Tlacotalpan (en la tierra de las jarillas o varas); “era éste un asentamiento aborigen dedicado exclusivamente a la pesca, que después los colonizadores llamarían San Cristóbal de Alvarado” (3).

A partir de la llegada de los conquistadores, a los aborígenes se les expropiaron sus tierras y todos sus bienes, y pasaron a ser parte de la
servidumbre que posteriormente los españoles agruparían con sus esclavos negros. Los hispanos utilizaron a los indios para desempeñar labores dentro de las estancias y comercios, sobre todo, los usaron para realizar mano de obra esclava, en las pesquerías, pagando por sus productos lo que a ellos les parecía justo. De esta forma, a la mano de obra india se le integró la de los esclavos negros. Jiménez Castillo afirma que solamente en Alvarado existieron las pesquerías a base de trabajo esclavista (4).

Dentro del estudio etnológico que nos entrega Manuel Jiménez Castillo se puede encontrar que la nueva población española que llegó a San Cristóbal de Alvarado, Tlalixcoyan (del chinanteco que significa: tierra que emerge sobre la superficie o faz de la tierra), Tlacotalpan y Cosamaloapan (en el río del arcoíris), así como otras áreas de esa zona no procedían directamente de España sino de tres puntos de la región, lugares en los que ya se habían asentado con anterioridad los conquistadores y los primeros migrantes del Viejo Mundo como: la Villa Rica de la Veracruz, que fue fundada en 1519; la Villa del Espíritu Santo, erigida en 1522, y Tuztla, que actualmente se le conoce como Santiago Tuxtla.

Acerca de la colonización de Alvarado, Aguirre Beltrán anota:

El punto principal de residencia de estos españoles de Tuztla lo fue [...] que era un barrio o pertenencia del cacicazgo de Tlacotalpan. Atlizintla era el lugar de paso entre la Veracruz y Tuztla, y en él se establecieron casas para almacenar azúcar, los cueros y demás productos procedentes del feudo del Marqués del Valle. A su amparo se fueron avecinando los ex-criados y ex-administradores de Tuztla que quisieron aventurarse por la vida sin ligas que los sujetaran. (Aguirre Beltrán, 1956:2) (5).

En realidad la gente que se estableció en la Hoya del Papaloapan y en Alvarado, procedían especialmente de diversos lugares de Europa, principalmente de España, pero también hubo migrantes de Portugal, Francia, Inglaterra, Italia y Grecia. La mayoría de los nuevos pobladores llegaron de la península ibérica, de ciudades como: Salamanca, Navarra, Baeza, Soria, Asturias, San Lúcar, Montañas de Carriedo, Sevilla, Extremadura, Cuenca, Toledo, Madrid, Trujillo, Sigüenza, Arévalo, Moguer, Ecija, Huelva, Guadalcanal, Cuella, Medellín, y muchas otras regiones. Entre la población también se cuentan a los hijos de españoles que ya se habían asentado en la Nueva Nación (6).

Por otra parte, también se contó con una numerosa población negra que fue producto de la esclavización de negros traídos por Hernán Cortés, Aguirre Beltrán apunta que el primer cargamento de esclavos negros llegó aproximadamente en 1544, arribando por la Villa Rica de la Veracruz para trabajar dentro del ingenio de azúcar y las plantaciones de caña que se encontraban ubicados en Coanapa (7). Es hasta finales del siglo XVI e inicios del XVII que la población negra se dispersa por el territorio sotaventino. Los negros también se diseminaron desde los latifundios de la Hoya del Papaloapan como: El Zapotal, Uluapa, La Estanzuela, Zolcuautla, Cuautotolopa, Las Lomas, Joluta, Cuyucuenda y muchas otras regiones, que sin reserva tuvieron esclavos a su servicio. (Aguirre Beltrán,1956:58-59) (8).

Posteriormente, llegaron los negros “cimarrones” (negros fugados), que huían de la esclavitud desde Orizaba, Córdova y la Villa del Espíritu Santo. Aguirre Beltrán indica que en el siglo XVI la mayoría de la comunidad negra provenía de Cabo Verde (Occidente de África), ubicando los lugares de donde fueron separados, geográfica y culturalmente; siendo originarios de las siguientes tribus: Wolof, Berbesí o Serer, Cazanga o Dyola, Biafara, Balanta, Zape, Bioho o Bissago, Brano o Pepeís, Barbado, Terranova, Bañón, Mandinga, Chongolo, Manicongo, Bomba, entre muchos. Estas tribus se encontraban asentadas a las orillas de los ríos Senegal, Salum, Gambia, Cazamancia, Grande, Santo Domingo y el archipiélago de los Bissagos; procedían de las regiones africanas que hoy designamos como Senegal Francés, Gambia Británica y Guinea Portuguesa [...] eran negros del grupo racial conocido por verdaderos negros o negros del Sudán. (Aguirre Beltrán, 1956:61) (9).

Ya para el siglo XVI se podían encontrar documentos en los que aparecían registros de la población negra que procedía de las Canarias (Isla Gomera), así como de Nigeria (actualmente nación Yoruba). La mayoría de los esclavos negros venían del Congo Y Angola, eran negros procedentes del África Occidental Portuguesa, conocidos como negros Bantús, diferentes a los negros del Sudán en cuanto a su raza y cultura. Los negreros tenían la orden de que en cada cargamento de esclavos había que traer por dos negros una negra; esto se debía a que se tenía que restablecer el núcleo familiar negro, para que así éstos se reprodujeran y se tuvieran más esclavos en el lugar.

Así que la situación de los hijos de padres esclavos no era distinta a la de sus progenitores, pues al momento de nacer estos niños ya cargaban consigo las cadenas de la esclavitud.

Culturalmente los negros tenían como base de la familia el matrimonio poligínico (un hombre casado con varias mujeres), pero la religión cristiana prohibía semejante acto; por otro lado, los negros, viendo las condiciones de la esclavitud, evitaban tener hijos esclavos, prefiriendo casarse con mujeres indias. Así también, el stock blanco, en su mayoría varonil, buscaba compañeras entre el grupo de mujeres negras e indias y, aunque las negras, presumiblemente, darían esclavos, el padre al ser blanco buscaba la forma de evitar la esclavitud del hijo. El producto socio-biológico de blanco y negra dio lugar al criollo y el cruce entre negro esclavo e india libre o viceversa, dio origen al jarocho (10).

La mezcla de razas en esta región se prolongó hasta inicios del siglo XX, dando como resultado de este mestizaje a la actual población jarocha. El término de jarocho según el antropólogo y arqueólogo, Alfredo Delgado Calderón, en su libro Historia, cultura e identidad en el Sotavento, apunta que esta palabra se ha convertido en el símbolo de la identidad de estos pueblos, que en realidad tiene sus orígenes sobre una condición despectiva, pues el “jarocho” eran todos aquellos campesinos y vaqueros mulatos de la costa del Sotavento (11).

Delgado Calderón señala que el origen y significado de este término posee diferentes versiones:

Una de ellas establece que es una voz musulmana empleada en España, que viene de jaro, puerco montés y el despectivo cho, por lo que, para los españoles de la época colonial, era una manera de decirles puercos o cerdos de monte a los pardos. Otras versiones agregan que jarocho viene de jara, vegetal cuyo tallo se ocupaba para dirigir a los puercos y, por extensión, se empleaba para llamar así a los pastores que cuidaban a estos animales. Para otros, entre ellos Leonardo Pasquel, jarocho viene de la voz árabe xara, que significa excremento y la interjección ¡so! Agrega Pasquel que “la voz jaro era aplicada por los españoles de Andalucía, a lo largo del virreinato, a los puercos, marranos o cochinos y jarocho al porquerizo o cuidador de aquellos.

La versión más probable, la que también suscribe el antropólogo Fernando Winfield, refiere que jarocho viene de jara, en el sentido de saeta, flecha o lanza, llamándose antiguamente “jarocha” a la vara o garrocha con que los arrieros puyaban a los animales, y jarochos a los que usaban este instrumento, esta misma designación recibían los milicianos negros integrados en los cuerpos o compañías de lanceros que custodiaban las costas. Estos lanceros negros formaron las milicias que defendieron el régimen español durante la guerra de independencia (12).

Así que, según la investigación de Delgado Calderón el término “jarocho” fue empleado para designar a todas las personas que poseían rasgos físicos negroides y finalmente, se utilizó para distinguir a los habitantes de la costa del sotavento, los que en la actualidad son, y se jactan de ser, jarochos.

(CONTINÚA EN LA SIGUIENTE ENTREGA)


(1) Es importante mencionar que esta información se rescató de los textos que fueron proporcionados por la casa de la cultura en Alvarado, ya que los datos biográficos de este conquistador son demasiado básicos, sin llegar a profundizar más allá de su llegada al puerto.
(2) Manuel Jiménez Castillo, La Cruz de Mayo en Alvarado, Colección V Centenario, primera edición, octubre de 1992, Gobierno del Estado de Veracruz, pp. 43-44.
(3) Ibídem, p. 44.
(4) Cfr. Idem.
(5) Idem.
(6) Cfr. Ibídem, p. 46.
(7) Cfr. Idem. [citado por el autor]
(8) Cfr. Loc. cit.
(9) Ibídem, p. 47.
(10)Manuel Jiménez, op. cit.
(11)Cfr. Alfredo Delgado Calderón, Historia, cultura e identidad en el Sotavento. Culturas Populares de México, Primera edición: 2004, México, p. 79.
(12)Alfredo Delgado Calderón, op. cit.

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