16 de abril de 2012

Las cruces de mayo en Alvarado: La globalización y la diversidad cultural

Hemos llegado a la última de las entregas del trabajo de investigación de Iskra Sabino Las cruces de mayo en Alvarado: Evolución o pérdida de una tradición en la época de la globalización.

Siguiendo el desarrollo de la investigación, la autora nos invita a pensar sobre las complejas relaciones que existen entre tradición, identidad y desarrollo histórico en el marco puntual de una fiesta que se sostiene a través de la memoria social, la reivindicación comunitaria y las dinámicas de mercado, también...

Le agradecemos a Iskra nos haya permitido publicar este trabajo, apoyando así una de las líneas de trabajo de este Observatorio: la difusión de proyectos de investigación sobre la cultura en y desde Veracruz. Esperamos que ésta tu colaboración, Iskra, no sea la última.
 
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Las cruces de mayo en Alvarado: Entre lo tradicional y lo actual, el devenir cultural de Alvarado
Iskra Sabino
(Octava y última entrega)

Capítulo IV.
La inclusión de Alvarado al mundo globalizado y multicultural.

Cruces de Mayo. Fotografía de Juan Manuel Morales

4.3 La globalización y la diversidad cultural

Una de las características de la globalización ha sido el neo-liberalismo que se presenta dentro de los ámbitos sociales, culturales, económicos y tecnológicos; en todas estas esferas, los países con poder sobre el mundo se han mostrado como supuestos benefactores de los países que se encuentran en vías de desarrollo. Entre las naciones que han sido incluidas para ser beneficiadas por las grandezas que promete la globalización, se encuentran los territorios que hace poco tiempo fueron considerados como del tercer mundo, que en el continente americano comienza con México para después recorrer la larga franja que pasa de centro América hasta los países sudamericanos. El capitalismo por medio de sus mercados engloba a los países menos desarrollados, ya sea que su participación se haya dado de manera libre o condicionada, pasan a ser parte de los estándares financieros que han sido determinados por los imperios del mercado mundial. Pero estas nuevas industrias mercantiles no se dan cuenta, o si lo hacen no le dan mucha importancia, de los grandes daños que causan tanto en el ámbito económico, social y cultural, provocando así efectos secundarios que cada vez son más evidentes y catastróficos. Es real que por medio de la creación de nuevas formulas político-culturales las sociedades podrían desarrollar una posible estabilidad entre las culturas locales y las influencias provenientes de la globalización y el mercado mundial. En México, este fenómeno se ha manifestado como un factor importante y a la vez, preocupante, por la falta de tolerancia ante esa diversidad. La prueba está en que la migración de ciudadanos mexicanos y de otros hispanoamericanos a Estados Unidos se presenta como un efecto secundario que han afectado, gravemente, el desarrollo cultural en todo Latinoamérica.

Por otra parte, no se puede culpar de todo a la globalización ya que también posee elementos positivos como son los avances tecnológicos y el intercambio de culturas que sitúa a las sociedades dentro de un retro-aprendizaje hacia otras formas de vida, así como el progreso de los países menos desarrollados; pero también pone de manifiesto la importancia de los valores culturales y cuestiona esa conciencia que nos marca como parte formativa de una nación. El problema reside en que ni los gobiernos ni las sociedades han sabido aplicar y aprovechar los beneficios que ofrece este sistema económico. Los gobiernos únicamente han visto en la globalización los beneficios financieros que resultan de los intercambios entre los mercados mundiales. Para las sociedades la globalización no es más que la práctica del consumo desenfrenado e inconsciente de la televisión, del internet, de la tecnología, de la industria publicitaria que nos bombardea todo el tiempo con imágenes de productos que nos harán felices si los adquirimos y hasta nos invita a transformarnos en estereotipos de hombres y mujeres que sólo en nuestro mayor sueño hubiéramos imaginado, pero que en la actualidad puede ser realizado. Sin embargo, el tema de la globalización nos lleva a cuestionarnos acerca de cómo sobreviven nuestros valores culturales ante una época en la que la importancia de nuestra identidad es menor, dentro de sociedades que siempre han estado en una perpetua evolución, donde las costumbres poseen un significado que las determina como únicas, en las cuales los cambios son casi inconcebibles, porque se piensa, erróneamente, que cambio es sinónimo de extinción y no de evolución. Pero si no fuera por ese constante progreso las naciones continuarían inmersas dentro de costumbres arcaicas, donde las comunidades seguirían siendo gobernadas por señores feudales, la libertad de expresión no existiría, seguiríamos luchando contra la esclavitud y probablemente, los derechos de las mujeres serían inconcebibles. Somos sociedades dinámicas y cambiantes en las que hemos adquirido ciertos valores culturales que han sido determinados por sistemas sociales que ha su vez han sido adoptados de otras civilizaciones. Por lo tanto, es evidente que poseemos cierta carga de valores, los cuales están expuestos constantemente ha cambios y que se fusionan con otros conceptos que provienen de influencias externas. Sino fuera así las culturas perderían su universalidad dentro de la diversidad, ya que no se pueden concebir estados homogéneos pues esto sólo empobrecería a la humanidad. La diversidad es significado de riqueza cultural, son ideas que provienen de fuera y los países de todo el mundo se las han apropiado y las han consolidado dentro de sus sociedades, pero en estos últimos tiempos han sufrido cambios mucho más evidentes debido a la globalización y el contacto con el exterior.

CONCLUSIONES

A manera de conclusión, lo que esta investigación desea poner de manifiesto es la situación por la que atraviesan las tradiciones en la época de la globalización, mismas que han estado ligadas, durante mucho tiempo a una problemática que ha sido clasificada, por algunos analistas sociales, como la pérdida de la identidad cultural. El factor que muchos de estos investigadores y estudiosos han ignorado, y que se niegan a aceptar, es que las tradiciones siempre han sido parte de procesos históricos y que su transformación, fortalecimiento o el deceso de las mismas ha dependido de la actitud de los actores dentro de la historia de la humanidad, pero también de muchas situaciones relacionadas con el azar y que las sociedades se encuentran en procesos permanentes de cambio y transformación, los cuales sería muy deseable que fuesen conscientes, pero que la mayor parte de las veces se producen por una serie de condiciones que no son controlables ni manejables, y en muchos casos, incluso, son incomprensibles. Es así que las sociedades han integrado a las tradiciones dentro de sus vidas cotidianas a través de creencias religiosas y al mismo tiempo, las han dotado de una fuerte carga simbólica, que aparentemente, las define y las hace distintas de otras civilizaciones. Una tradición es como el sello que le da autenticidad a un determinado grupo social, pero también es una condicionante que delimita y en muchos casos determina sus comportamientos y ese puede ser el caso de Alvarado y sus “Cruces de Mayo”. Para los pobladores del puerto alvaradeño, “Las Cruces de Mayo” poseen esa singular característica que la ha convertido en una tradición única y diferente, y que a su vez, los identifica como una sociedad que ha sido parte de un proceso histórico-social en el cual su pasado los ubica dentro de la modernidad. Pero la reacción negativa de algunos grupos conservadores, integrado por la gente mayor de ésta región sotaventina, ante las nuevas formas de expresión, proviene de la integración de nuevos elementos que resultan de la contemporaneidad, y que son vistos como una amenaza que pone en riegos sus costumbres.

Pero existe una cuestión importante que todas las sociedades deben de tratar de entender sobre los cambios que surgen dentro de la política y la economía mundial, y es que las tradiciones siempre se verán afectadas por las situaciones de progreso, pero no necesariamente de la forma negativa que perciben algunos círculos moderados. Y es que las costumbres son principios activos que coexisten con otros factores que son el resultado de la conducta urbana, del desarrollo de masas y de los nexos con el capitalismo, con su historia y con el mundo en general, pero que además por estar vivas, requieren cambiar y transformarse constantemente. La sociedad alvaradeña no es la excepción, ya que su encuentro con la modernidad no se limita únicamente al uso del internet, ni a la gran dependencia que existe por adquirir aparatos que poseen tecnología de punta, la cual vemos anunciada todo el tiempo en los programas de televisión. Sucede que la parte de la globalización que muchos han querido ver, es sólo la que perjudica, la de los intereses financieros de los mercados mundiales y la que devasta a todas las sociedades y culturas, pero también es necesario entender que los procesos de globalidad han permitido la reflexión sobre las diferencias, el conocer los usos y costumbres de otros pueblos, de otras personas y de alguna manera también la posibilidad de aprender a respetar esas diferencias en un proceso de entendimiento de que nosotros también somos los “otros”, la globalización ha pretendido difundir la chatarra, lo light, lo superficial, pero en ese proceso se cuelan también actitudes, formas de pensar, conocimientos, reflexiones e ideologías de profundo contenido social y cultural que no pueden ni deben negarse por los prejuicios tradicionalistas que pretenden una supuesta “pureza” cultural.

Eso es lo que no ha visto el grupo de adultos mayores del puerto de Alvarado, ante el nacimiento de las nuevas tradiciones, que tiene ya más de una década de celebrarse el último domingo de mayo, el mismo día que se levantan las cuatro cruces y que anuncian el cierre de un festejo solemne pero que a la vez también convida al esparcimiento social por medio del baile y el convite de arroz que es organizado por el ayuntamiento alvaradeño. Por ello la problemática que se origina entre los adultos mayores y las nuevas generaciones se debe a que en la celebración del Arroz a la Tumbada están presentes las compañías cerveceras, que aprovechan la ocasión para promover y vender sus productos. Pero esta nueva característica proviene de los mismos cambios que se dan dentro de ésta sociedad, ya que ésta nueva práctica ha sido incorporada por la misma comunidad como una función que replantea sus hábitos culturales. El Arroz a la Tumbada surge como un elemento que transforma las costumbres del lugar y que va en contra de lo establecido por una sociedad que desea conservar, sin muchos cambios, una tradición; pero lo que la comunidad alvaradeña debe tomar en cuenta es que su herencia cultural no sólo le pertenece a un grupo determinado, el cual no puede decidir sobre el destino de sus costumbres y opinar sobre qué conductas encajan mejor con su arquetipo de tradición, pues de alguna manera el comportamiento de los jóvenes sigue siendo una manera de congregación social, de compartimentación y de convivencia social. Las tradiciones son parte de una transformación y de un pacto social en el que las normas que han regido su pasado, son las mismas que se imponen en el presente y futuro de una comunidad, pero esta visión ha cambiado a través de las nuevas formas que va tomando la identidad social. El Arroz a la Tumbada hace que algunos individuos se cuestionen acerca de la conexión que existe entre lo viejo y lo nuevo, entre pasado y presente, he intentan comprender que ésta no es una ley inquebrantable y que las sociedades se encuentran en constantes procesos de cambio, por lo que las normas sociales se encuentran en permanente transformación.

Lo que intento aclarar con este planteamiento es que entre identidad y tradición se tienen que reconocer y respetar la posición y la relación que guarda cada generación con sus celebraciones. Las comunidades deben aprender a respetar las diferencias ideológicas a las que se enfrentan los grupos sociales, y tanto ancianos como jóvenes deberán encontrar la manera de negociar los contrastes culturales que se manifiestan dentro de la complejidad de sus conductas ante la forma en la que participan en un mismo evento socio-cultural. Sin embargo, los jóvenes no pueden ser obligados a ver su cultura de la manera que los adultos desean, ya que entonces no existiría ningún tipo de diversidad, cada individuo y grupo social posee nuevas formas de externar lo que son, lo que sienten y lo que piensan, siempre y cuando esta manifestación se haga de forma consciente y respetuosa. El hecho de que para los jóvenes de este lugar el cierre de “Las Cruces de Mayo” ofrezca otro tipo de entretenimiento es válido, pero en este caso, el problema radica en el consumo descontrolado de las bebidas embriagantes, acción que no es bien vista por los adultos mayores. Aunque cabe señalar que durante siglos, en diversas tradiciones, la presencia de bebidas espirituosas ha sido parte importante de las celebraciones, como el consumo del pulque, por mencionar un ejemplo. El punto es que los adultos deben aprender a respetar las nuevas formas que poseen las generaciones modernas ante ésta celebración y al mismo tiempo, la juventud tiene el compromiso de observar con respeto la forma en la que sus padres o abuelos tratan de mantener viva esta tradición.

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