16 de abril de 2013

Imágenes literarias del nacionalismo mexicano III

Continuamos con la tercera entrega del texto Imágenes literarias del nacionalismo mexicano después de la Independencia: Guillermo Prieto y el abrazo de la musa callejera de Caterina Camastra.

Este texto fue publicado en el libro Liberty, liberté, libertad. El mundo hispánico en la era de las revoluciones coordinado por Alberto Ramos Santana y Alberto Romero Ferrer y editado por la Universidad de Cádiz, 2010. 

De imagen de la resistencia nacional frente al invasor francés, a su rechazo por parte de las élites, la china poblana contiene en sí la contradicción de los símbolos que pregonan "patria" pero construyen "diferencia / desigualdad".

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Imágenes literarias del nacionalismo mexicano después de la Independencia: Guillermo Prieto y el abrazo de la musa callejera 

Caterina Camastra

(TERCERA DE SEIS ENTREGAS)
 


 
La sátira en contra de la presencia francesa en México es uno de los hilos conductores de Musa callejera. En la siguiente «Letrilla» (título usado por el autor para varias de estas composiciones, enfatizando su buscado parentesco con las formas de la lírica popular) el blanco de la crítica es el entreguismo de algunos sectores de la población mexicana, personificados en un padre que entrega a su hija al invasor:

Ya el francés manda en la casa
y le quitan los sombreros;
-¡Cosas de los extranjeros!-
dicen cuando se propasa.
Come el güerito sin tasa,
y, cuando piensan que yerra,
exclaman: -¡Si por su tierra
son las cosas al revés!
Ya vino el güerito, me alegro infinito,
ay, hija, da gusto, da gusto al francés.1

En otra «Letrilla», el mismo entreguismo es representado por la mujer que adopta la moda francesa con la esperanza de hacerse notar por los soldados. Implícitamente, esta mujer fea es la antítesis de la hermosa china. El tiránico corsé es una variación sobre el tema de las cárceles de lienzo y el corpiño que ya encontramos en «El túnico y el zagalejo», y la sombrilla deslustrada se contrapone al brillo de las lentejuelas:

Esa regorda maldita
de barriga de Bombé,
que se pirria por los zuavos
y por el sombrero al tres,
de sombrilla deslustrada,
de tiránico corsé,
que le toca en los cuadriles
y que le aprieta la nuez,
que pasa entre los cuarteles
en las puntas de los pies,
ésa sí se desmorece,
delira por el francés.2

Las referencias al atuendo de la china poblana, radicalmente contrapuesto a éste, son numerosas y constantes a lo largo del poemario. En particular, el calzado y el borde de la falda, y con ellos los pies de la mujer, ejercen un especial atractivo para la mirada del yo poético:

Zagalejo de mascadas
con sus vivos de listón,
con las puntas enchiladas3
y zapatos sin tacón.4

Bajo el ruedo de la enagua,
haciendo juegos como agua,
vieras tú
unos breves piececitos
que al agitarse expeditos
brotan luz.5

Hay que decir que la valoración de la china poblana y su atuendo no ha sido siempre igual a lo largo de la historia. Tan sólo pocas décadas antes de la publicación de Musa callejera, en 1841, Madame Calderón de la Barca cuenta que, en ocasión de un baile de disfraces durante su estancia en México, su intención de acudir en traje de china poblana estuvo a punto de provocar un verdadero incidente diplomático:

We had a concourse of Spaniards, all of whom seemed anxious to know whether or not I intended to wear a Poblana dress at the fancy ball, and seemed wonderfully interested about it. [...] Shortly after came more visits, and just as we supposed they were all concluded, we were told that the secretary of state, the ministers of war and of the interior, and others, were in the drawing-room. And what do you think was the purport of their visit? To adjure me, by all that was most alarming, to discard the idea of making my appearance in a Poblana dress! They assured us that Poblanas generally were femmes de rien, that they wore no stockings, and that the wife of the Spanish minister should by no means assume, even for one evening, such a costume6 .

La experiencia de Frances Calderón de la Barca toca un punto neurálgico en México y dondequiera: las cuestiones relativas a las diferencias de clase social y a las valoraciones simbólicas que entrañan en diferentes momentos históricos. “Determinados atuendos populares no podían recibir el beneplácito de sectores aristocráticos”, señala Pérez Montfort7. Nótese, por supuesto, el francés usado por los escandalizados dignatarios: todavía no llegaba el sentimiento antifrancés desencadenado por la intervención. El tono combativo del poema de Prieto, por su parte, se explica también por el contexto político y cultural inmediato, no sólo retrospectivo, del momento en que Musa callejera se publica: las relaciones con Francia se habían reanudado en 1880. El porfiriato, de hecho, se distinguió por el renovado impulso dado al afrancensamiento de la sociedad en todos los campos de la vida cotidiana. 



NOTAS
 
1 Guillermo Prieto, «Letrilla», op. cit., p. 123.

2 Guillermo Prieto, «Letrilla», op. cit., p. 137.

3 Alusión a un tipo peculiar de bordado, como se aclara en pasaje que sigue, que cito extensamente por su pertinencia al tema del presente artículo. La visión de Guillermo Prieto pertenecía a un clima cultural compartido por otros escritores, como se aprecia en la coincidencia puntual de los elementos característicos de las chinas de Musa callejera con la figura detalladamente descrita a continuación: “La China es una criatura hermosa, de una raza diferente de la india: su cutis apiñonado, sus formas redondas y esbeltas, su pie pequeño. Se visten una enagua interior con encajes o bordados de lana en las orillas, que se llaman puntas enchiladas; sobre esa enagua va otra de castor o seda recamada de listones de colores encendidos o de lentejuelas; la camisa es fina, bordada de seda o chaquira, y deja ver parte de su cuello, que no siempre cubre con el rebozo de seda que se echa al hombro con sumo despecho y donaire. La china no deja de encerrar su breve pie en un zapato de raso; sabe lavar la ropa con perfección, guisar un mole delicado, condimentar unas quesadillas sabrosísimas y componer admirablemente el pulque con piña y almendra o tuna; no hay calle por donde no se vea, airosa y galana, arrojar la enagua de una acera a otra; y en el jarabe, baile tan bullicioso y nacional, cautiva con sus movimientos lascivos, con la mirada de sus pardos u oscuros ojos. Su cabello negro está graciosamente ondulado, y de ahí les ha venido sin duda el nombre. Su carácter en lo general es desinteresado, vivo, natural, celoso y amante de su marido” (Marcos Arróniz, Manual del viajero en México, París, Librería de La Rosa y Bouret, 1858, pp. 137-138). Nótese, además, que ya desde el siglo XIX esta imagen de la china poblana constituía un producto de exportación, el germen de un atractivo turístico.

4 Guillermo Prieto, «Canción leperusca», op. cit., p. 127.

5 Guillermo Prieto, «A Joaquín Escoto. (De mi cuerda.)», op. cit., p. 179.

6 Frances Erskine Inglis (Mme Calderón de la Barca), Life in Mexico during a Residence of Two Years in That Country, Boston, Charles C. Little and James Brown, 1843, pp. 116-117. 

7 Ricardo Pérez Montfort, op. cit., p. 138.

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